lunes, 16 de noviembre de 2020

LA ENFERMEDAD ALCOHÓLICA: EFECTOS PERSONALES Y SOCIALES DEVASTADORES


Es importante que el enfermo alcohólico cobre conciencia de su enfermedad. De hecho, cuando conoce que puede conseguir mejorar ostensiblemente su situación opta, con frecuencia, por acudir a la consulta médica, aún cuando esté al principio con dudas más o menos razonables. Satisface comprobar que se le pueden ofrecer posibilidades de mejora eficaces, e incluso esperanza de curación, a ese tipo de pacientes con enfermedad de curso irreversible.

Actualmente, tanto en hombres como en mujeres, se observa un incremento del alcoholismo. Pero desgraciadamente, el incremento es tremendamente significativo en la juventud, en donde la proporción hombres o mujeres está equilibrada. El incremento del fenómeno del “botellón”, que no se remedia, ni se remediará, con mayor vigilancia policial, presagia un descontrol a todos los niveles, social y personal, todavía más preocupante en esta seria enfermedad.

La enfermedad alcohólica en sus distintas manifestaciones a nivel hepático, sistema nervioso central, cardiaco, pancreático, traumatológico por los accidentes de todo tipo que provoca, etc, y por supuesto, psiquiátrico, viene a suponer un 10% de los pacientes ingresados en el un centro hospitalario. Es una cifra que habla por sí sola del respeto que se le debe tener a la enfermedad alcohólica, y habla también, por contra, de la poca importancia que se le está prestando actualmente.

Cuando no le prestamos, a nivel social y profesional, la importancia que se le debe, nunca encontraremos remedios eficaces a las tragedias que desencadenan día a día, aunque sean muchas las quejas. Por supuesto, en un ambiente la crisis social, de crisis de ansiedad, de fomento de pánico social y  económico, etc., sin duda, incrementarán el número de pacientes con enfermedad alcohólica. Serán cada vez más los que se sumarán a sentirse atraídos por el alcohol como refugio que aminore sus preocupaciones. Y desgraciadamente, el alcohol consigue ser muy eficaz en aminorar temporalmente sus preocupaciones. Ahí, precisamente, empieza la espiral vertiginosa de la enfermedad que acaba esclavizando. El enfermo alcohólico necesita que se le saque de la soledad que le atenaza, y de la que es incluso incapaz de pedir auxilio en su inconsciencia. 

No se podrá abordar una solución eficaz en esta cuestión, si no se plantea un serio plan de formación a distintos niveles: familiar, escolar, universitario, y, ciertamente, sanitario. Otras medidas que no tengan en cuenta ese plan de formación, como la mayor vigilancia policial etc., no pasarán de soluciones parciales, de parcheo circunstancial, y poco eficaces.  

Por ejemplo, los padres deben se debe saber que el sistema nervioso central del adolescente está en periodo de madurez, y la toxicidad del alcohol es tremendamente lesiva en ese estadio, junto a otros trastornos psicológicos que provoca: desatención a los deberes familiares y escolares, retraso en el nivel de aprendizaje, y escasa motivación para otras aficiones que no esté presente el alcohol… etc. 

Los daños, en bastantes casos, pueden ser muy difíciles de reparar. Sin embargo, es muy gratificante comprobar que enfermos seriamente afectados por el alcoholismo pueden iniciar una recuperación muy esperanzadora.


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