La contestación no es sencilla. Sin duda se pueden mitigar y reducir sus efectos de forma muy importante con la supervisión médica.
En primer lugar, hay que ser conscientes que la enfermedad alcohólica es una enfermedad como tal. No es un vicio, aunque en los primeros estadios pudiera ser así, pero cuando está arraigada como dependencia, ya estamos hablando de una enfermedad en sentido pleno y exige control médico preferente.
Hemos dicho que se debe acudir cuanto antes al médico. De ello depende que su pronóstico varíe y empiece a mostrarse favorable. No es lo mismo, por ejemplo, encontrar un estadio inicial de afectación hepática, que es relativamente fácil de revertir, que cuando la afectación hepática es severa y difícil de superar, con frecuentes descompensaciones, que colocan al enfermo habitualmente en estado crítico. Con mayor importancia si además de la enfermedad hepática contraída se padece la afectación psicológico - psiquiátrica de la dependencia.
Uno se podría preguntar cuándo acudir al médico, o cuándo debe acompañar al médico, al enfermo alcohólico. Se pueden dar, a modo de orientación, las siguientes pautas:
1) cuando, en los últimos meses, en una ocasión, durante pocas horas, se ha superado la ingesta de más de medio litro de vino (equivalente a 4 ó 5 cañas),
2) cuando se tienen pensamientos de que se debería poner fin al beber,
3) cuando la familia o amigos le recomiendan que deje de beber,
4) cuando se presentan sentimientos de culpabilidad por beber.
5) cuando la familia, o el propio individuo, nota que por la mañana necesita ingerir bebida alcohólica para encontrarse confortable.
Si está presente alguna de estas situaciones, no se debería diferir la consulta médica, pues existe sospecha importante grado de dependencia alcohólica, que de por sí es muy difícil de superar.
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