domingo, 13 de diciembre de 2020

EL ALCOHOLISMO SOCIALMENTE CONSIDERADO

   Estas breves reflexiones que voy a exponer como médico son fruto del trabajo con cientos de enfermos de alcoholismo, y también por haber asistido a muchos que fallecían, adultos jóvenes, por su patología alcohólica, conscientes de que ya era demasiado tarde para dejar de beber y poder evitar un desenlace que se presumía más o menos próximo.

   Una primera afirmación básica de la que hay que partir y asumir, es que el alcoholismo es una enfermedad, y una enfermedad grave. Tiene la característica de que se va gestando silenciosamente, con inicio casi imperceptible, utilizando, en muchas ocasiones, un pretexto para solucionar un problema o dificultad personal más o menos justificada, tanto en el joven como en el adulto, como puede ser, por ejemplo, querer sobreponerse a una tendencia a la timidez que se quiere solucionar con una ingesta alcohólica pretendida como “normal” (que es muy por encima de lo que es el valor normal). Otras veces, esa ingesta “normal” se desea como ayuda para sobrellevar un fracaso, etc. Ahí el alcohol presta un “gran servicio”, pero también constituye es el inicio de una dependencia que puede llevar a una esclavitud de por vida.

   Ese servirse del alcohol para obtener un cierto beneficio personal, es especialmente dañino en el joven. El adulto tiene, en principio, ciertos recursos para ser más consciente del problema que le genera el alcohol, y así superar algunas situaciones que le abocan a la bebida. Pero el joven, por su lógica inmadurez, está especialmente expuesto y sin apenas recursos para evitar el progresivo avance de la enfermedad alcohólica, y se queda atrapado por ella.

   Está muy demostrado que el joven, en la ingesta de alcohol, está muy influenciado por la conducta que observa en sus padres. Unos padres que no ayuden con su ejemplo a la hora del propio consumo de bebidas alcohólicas, o no expliciten, de forma clara, que la bebida alcohólica tiene sus límites, o bien, resten importancia a estados de ebriedad, o bien, aprueben, aunque sea sólo tácitamente, ciertos excesos en este tema, indudablemente están marcando de forma considerable las actitudes que tomen o tomarán sus hijos en esta materia.

   Conviene saber, además, que todo joven tiene un proceso de maduración cerebral que finaliza ya entrada la segunda década de la vida, y por esa razón, son numerosos los trabajos que alertan del consumo de alcohol en la etapa temprana de la vida. Es un argumento que debe pesar en la responsabilidad de los padres.

   En los momentos que nos encontramos, ciertamente, no resulta ésta una tarea nada fácil, cuando los jóvenes tienen, hoy en día, prácticamente todo permitido, y se viste de “normalidad” lo que es más bien frecuente, como es cualquier conducta tomada por la mayoría: el “botellón” en grupo de jóvenes (de comienzo a los trece años). Pero pienso que esa dificultad para prevenir en los inicios la enfermedad alcohólica no debe asumirse con la conformidad de que se puede hacer poco. por remediar ese estado. Es más, por el contrario, debe ser una razón poderosa para estar especialmente alerta. El ser consciente de ese problema ya es una clara victoria.

   Actualmente también hay que contar que los jóvenes sufren una poderosa presión social fomentada por un permisivismo sin límites que favorece y fomenta el alcoholismo entre ellos. Es de sobra conocido que el alcohol es puerta de entrada a todo tipo de drogas, al libertinaje de la permisividad sexual, etc. en el que el consumo de alcohol es un aliciente querido, buscado, y fomentado sin frenos por esa razón.

   La solución pienso que debe venir, esencialmente, no tanto por un severo control de los padres, un mayor control policial, un incremento de tasas en la bebida, mayores trabas en la consecución del alcohol, etc. Indudablemente, esos procedimientos pueden ser en ocasiones aceptables estrategias, pero lo que es del todo insustituible, y más eficaz, es promover un programa de adecuada formación en este campo, que sirva para suministrar un criterio personal de comportamiento, y así prevenir la enfermedad alcohólica con el conocimiento de los graves y numerosos estragos que a nivel individual y social produce.

   A todos nos conviene estar atentos al consumo individual del alcohol, que por ser saludable su consumo, tiene también un saludable límite.


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