Dejemos explicarse al Prof Herranz: “…Todo el mundo está de acuerdo en que el zigoto es una célula dotada de totipotencialidad, capaz de generar todos los tipos celulares derivados de las tres hojas germinativas: tanto los que van a formar el cuerpo del embrión como los que constituirán las estructuras extraembrionarias. El zigoto es totipotencial en sentido fuerte. Es necesario hablar así porque, desde que se trabaja con células troncales embrionarias, los científicos han deteriorado la noción de totipotencialidad: usan este término para señalar que las células embrionarias que ellos obtienen y cultivan, son capaces de formar colonias de todas las variedades de células y tejidos, pero no son capaces de generar un embrión y sus anejos como una estructura organizada.
¿Qué dice el argumento de la totipotencialidad? Viene a decir que la totipotencialidad es atributo de las células que forman el organismo embrionario en las primeras fases del desarrollo: esas células, iguales entre sí, igualan al zigoto en totipotencialidad.
Del dato experimental de que, en ciertas especies animales, cuando se separan unos de otros los blastómeros iniciales eran capaces de originar cada uno un organismo completo, dedujeron que eso sería también cierto para el embrión humano; y concluyeron que el embrión humano inicia su existencia como una masa de células totipotentes, que, siendo cada una capaz de originar un embrión, constituía no un ser único, sino una pluralidad de seres que, sólo más tarde, se integraba como una unidad. “Cada célula singular del zigoto, de la mórula o de la blástula, sería una persona humana; porque en las fases iniciales de la embriogenia cada célula resultante de la división del huevo fecundado posee ese poder y virtualidad. Todas esas células son totipotentes; cada una de ellas, si es separada de las otras suficientemente pronto, se convierte en un ser humano”, decía Donceel en 1970, y 15 años más tarde, Grobstein afirmaba que la división del zigoto produce “un agregado de células, cada una de las cuales sigue equivaliendo a un zigoto en el sentido de que puede convertirse en todas y cada una de las partes del embrión y de sus estructuras extraembrionarias”.
Pero tales afirmaciones de hecho son producto de la imaginación. El comportamiento totipotencial de los primeros blastómeros difiere de unas especies a otras. En mamíferos es muy pobre. En el ratón se muestran totipotenciales sólo los dos primeros blastómeros. Los blastómeros más tardíos necesitan el apoyo de blastómeros auxiliares para que se hagan capaces de originar un embrión con su placenta.
En ‘El embrión ficticio’ incluyo un breve relato del fugazmente famoso experimento de Hall y Stillman presentado en un congreso científico en 1993. La comunicación, distinguida con un premio, obtuvo un eco clamoroso en los medios de comunicación. Los autores, que emplearon embriones triploides, inapropiados para determinar la totipotencialidad, presentaron sus hallazgos como demostración de la clonabilidad del embrión humano mediante el cultivo in vitro de blastómeros extraídos de mórulas y envueltos en una pelúcida artificial de alginato.
Por fortuna, no faltaron los investigadores que recibieron con escepticismo los datos presentados. No les faltó razón: los autores del experimento no sólo quebrantaron las normas éticas de la institución en que trabajaban, sino que fueron obligados a retractar los resultados. Nunca se llegó a saber qué habían hecho y qué habían “fabricado”. Los materiales y datos del experimento fueron destruidos. Algunos datos indirectos permiten sospechar que se trató de una habilidosa falsificación, lo cual, sin embargo, no ha sido óbice para que el trabajo de Hall y Stillman siga siendo citado como prueba de la totipotencialidad de los blastómeros.” Gonzalo Herranz. El embrión ficticio: historia de un mito biológico. El autor explica su libro. Cuadernos de Bioética 2014; 25: 309-310.