Los argumentos para-médicos que utilizan los defensores de la eutanasia evidencian su profunda contradicción interna. Al querer unir dos términos, dignidad y muerte, incurren en un contrasentido flagrante. El que es digno, en toda su existencia, es la persona. La muerte siempre es digna debido a que la persona es la que es digna y presta dignidad a todos los fenómenos que le ocurren en la persona, sea enfermedad, muerte… etc. Es un absurdo decir que un tipo de muerte, en un determinado momento, hace más o menos digna a una persona, pues carece en absoluto de la capacidad de condecorar de dignidad a quien ya lo es por esencia invariablemente en todo su transcurso.
El Pof Herranz, lo explica con meridana claridad:
“En reflexión bioética, la argumentación a favor de la inextinguible dignidad de todo hombre y, en concreto del moribundo, ha sido objeto de estudio desde el nacimiento de la bioética…
Una de ellas se debe a Paul Ramsey (The indignity of 'death with dignity', en "Hastings Cent Stud", 1974, 2(2), 47-62). Desconfiado de los posibles usos perversos del sintagma "morir con dignidad", como ideal y como derecho, y desconsolado por la pérdida de dignidad humana que es toda muerte, se rebela contra la idea de que haya una dignidad intrínseca en la muerte y el morir del hombre, pues tanto como acabamiento de la vida corporal, como fin de la vida personal, la muerte es el Enemigo: el humanismo verdadero va unido al temor de la muerte. Por ello, concluye Ramsey, es mejor aceptar la indignidad de la muerte que tratar de dignificarla, pues siempre cuidaremos mejor de los moribundos si, además de aliviarles del dolor y del sufrimiento, reconocemos que la muerte es un duelo que ningún recurso al alcance del hombre es capaz de aliviar.
La respuesta que Kass da a Ramsey (L.R. Kass, Averting one's eyes or facing the music? On dignity in death, en "Hastings Cent Stud", 1974, 2(2), 67-80.), tanto por su análisis de la noción de dignidad, como por la rehabilitación de la conjunción muerte-dignidad en sus bases naturales y bíblicas, es un punto de partida esencial para comprender el sentido válido de la muerte con dignidad.
Años más tarde, en 1990, ya en tiempos de vigorosa propaganda a favor de la eutanasia, Kass desarrolló ulteriormente sus ideas al analizar la conexión entre santidad de vida y dignidad del hombre y reanalizar a su luz las ideas de muerte con dignidad que pululaban ya entonces (L.R. Kass, Death with dignity and the sanctity of life. Commentary, 1990, 98, 3, 33-43. Reproducido en "Hum Life Rev" 1990, 16, 2, 18-40).
Es necesario apreciar, mediante la lectura directa, la templada fuerza dialéctica de sus argumentos contra las pretensiones de los promotores de la eutanasia, cuando evalúa el riesgo de soberbia de la tecnología médica moderna, la tentación de poner fin tecnológico al fracaso de la muerte agresivamente, y de la necesidad de acomodarse a convivir con la idea de mortalidad y finitud. Arguye con vigor en favor de que, en presencia de la enfermedad incurable y terminal, permanece siempre un residuo de plenitud humana que, por precario que parezca, ha de ser cuidado. Si queremos oponernos a la marea creciente que, empujada por la mentalidad pro-eutanasia y la ética de la libre elección, amenaza con sumergir las mejores esperanzas de dignidad humana, hemos de aprender que la finitud humana no es ninguna desgracia y que la dignidad del hombre ha de ser atendida y cuidada hasta el final.” Prof. Gonzalo Herranz Rodríguez, en las Jornadas Internacionales de Bioética, Pamplona, del 21-23 octubre 1999.
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