Es evidente que los promotores de los contraceptivos, especialmente los hormonales, persiguen la infertilidad también a través de la eliminación que pueden ocasionar de embriones humanos, es decir, de vidas humanas. La indiferencia social cubre y facilita esa actuación.
La exposición del Prof Gonzalo Herranz no deja dudas:
“Así, pues, desde el comienzo, contracepción y aborto se han tenido como mutuamente complementarios, han progresado hacia una simbiosis cada vez más plena, se han integrado en una unidad.
Veamos un ejemplo de cómo no existen barreras conceptuales entre contracepción y aborto … Las autoridades sanitarias de algunas ciudades de los Estados Unidos, tras el fracaso del preservativo en la reducción de la alta tasa de gestación entre las escolares, decidieron promover la difusión, a través de los consultorios médicos de las escuelas, del Norplant. Se trata de una progestina de efecto prolongado, que, en forma de cápsulas, se implanta bajo la piel, y que, al liberar pequeñas cantidades del producto activo, ejerce un efecto contraceptivo. El Norplant interfiere con la fertilidad mediante varios efectos, entre los que se incluye el bloqueo de la implantación del huevo fecundado.
Por decirlo de un modo suave, el Norplant es un contraceptivo 'duro', no sólo por la larga duración de su efecto, sino porque éste incluye un componente antinidatorio, esto es, abortifaciente. El que las autoridades sanitarias hayan recurrido a él es, por un lado, prueba de que la campaña de difusión del preservativo ha fracasado. Pero, por otro, indica claramente que para esas autoridades carece de relevancia práctica la distinción ética entre los métodos que impiden la fecundación, como son el preservativo y los otros métodos de barrera, y los métodos que provocan el rechazo del embrión joven.
Es doloroso que la conciencia de muchas autoridades sanitarias se haya endurecido hasta el punto de no distinguir entre unos procedimientos y otros. Y lo es también que consideren a los jóvenes refractarios a todo mensaje moral. Se limitan a ofrecerles, como tantas veces sucede en la sociedad pragmática en que vivimos, un producto químico como sucedáneo de la virtud, del esfuerzo moral.
Esa misma pulsión pragmática es la que ha presidido la evolución de la contracepción oral. Buscando la minimización de los efectos secundarios, se ha producido con el paso del tiempo una escalada de 'dureza' en el mecanismo de acción de los contraceptivos. De los anovulatorios iniciales y de los métodos de barrera, el centro de gravedad en la práctica presente y en la investigación para el futuro se ha se ha trasladado a los antinidatorios y abortivos precoces.
En general, los contraceptivos orales actúan a través de múltiples mecanismos de acción; pero ninguno de ellos está libre de un efecto antinidatorio: poco importante cuantitativamente, pero éticamente significativo, en los que combinan estrógenos y progestínicos; muy importante en otros, en especial en el caso de la 'minipíldora' y en los progestínicos de acción prolongada, que ejercen una acción predominantemente antinidatoria. “Gonzalo Herranz, conferencia “La píldora RU-486 y otros abortivos: ¿El control natal del futuro?”, en el Congreso Internacional por la Vida y la Familia. Santiago de Chile, 20 de agosto de 1994.
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