Las palabras cuando se vacían de contenido y se desfiguran bajo el poder de intereses particulares se convierten en las armas más letales, camuflando su acción devastadora y exterminadora como justificación y logro social. La historia del aborto constituye quizás el mejor ejemplo. La indiferencia con la que se contemplan y aceptan esas aberraciones es un arma tanto o más peligrosa.
Las palabras, por otra parte, del Prof Herranz no pueden ser más explícitas:
“La confusión deliberada de la terminología es instrumento de manipulación psicológica y moral. La aceptación en amplios sectores de la sociedad moderna del aborto como algo sociológica y éticamente normal fue hecha posible, en primer lugar, gracias a la amplia difusión que en esa misma sociedad había alcanzado la contracepción. Ésta introduce profundamente en la gente el convencimiento práctico de que los hijos se pueden programar de que, de hecho, se los puede tener en el número y momento deseados.
El control de los nacimientos trae consigo la libertad reproductiva: los embarazos, los hijos, son clasificados en deseados y no deseados. Progresivamente, el aborto se va instaurando en la sociedad como el procedimiento final, sino único, de control de la fertilidad.
Pero esa aceptación no hubiera sido nunca tan rápida y tan extensa si no hubiera echado mano de la manipulación del lenguaje. La sustitución de la tradición de respeto a la vida -patrimonio de muchas culturas, en especial de la cristiana, y también de la ética hipocrática de la Medicina- por la nueva mentalidad utilitarista ha sido posible gracias a la ofuscación de las mentes, gracias al juego prestidigitador con las palabras.
Al lado de la adulteración taimada de las definiciones, de las que hemos visto hace un momento unos ejemplos, en la mutación de las actitudes morales, ha jugado un papel decisivo la creación de neologismos acolchados, de apariencia suave pero de núcleo duro y destructor.
Gracias al nuevo lenguaje, las nuevas actitudes y conductas, que hasta entonces habían sido tenidas por comportamientos repugnantes o inmorales, empezaron a revestirse de una apariencia de dignidad, y han terminado por imponerse como normas de buena ética civil.
Hemos visto como la redefinición de concepción y gestación por parte del ACOG (The American College of Obstetricians and Gynecologists) y de la FIGO (Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia) ha sido suficiente para desplazar a un limbo de penumbra o de oscuridad moral al embrión preimplantado.
Pero conviene conocer con algún detalle el papel de la terminología trucada en la implantación social del aborto: su difusión mediante la tecnología publicitaria, el uso de fórmulas persuasivas, de sintagmas que dignifican el aborto, de expresiones que manchan a los que se oponen a él...” Gonzalo Herranz, conferencia “La píldora RU-486 y otros abortivos: ¿El control natal del futuro?”, en el Congreso Internacional por la Vida y la Familia. Santiago de Chile, 20 de agosto de 1994.
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