Una de las tácticas empleadas para vender el aborto es disimularlo bajo la capa de neologismos que hagan olvidar y oscurecer la mayor crueldad que puede perpetrar el ser humano: exterminar al recién concebido y violentar a su madre. La indiferencia con la que socialmente es admitida esa violencia extrema, conviviendo de forma natural con ella, no deja de ser, también, una grave responsabilidad.
El Prof Gonzalo Herranz es bien certero en su análisis:
“La perversidad del aborto queda psicológicamente camuflada o anulada cuando el hecho de destruir una vida humana se oculta bajo expresiones nuevas e inocentes, que son a la vez científicas, progresivas, técnicas y tolerantes, tales como 'microaspiración', 'extracción menstrual', 'interrupción voluntaria de la gestación' o simplemente 'interrupción', 'regulación menstrual', 'inducción de las reglas', 'intercepción', 'píldora mensual'.
En el mundo artificial así creado, hablar, en relación con el aborto, de matar, asesinar, o destruir seres humanos, se considera ineducado y de positivo mal gusto, ya que esa terminología indica que no se han captado los valores de la autonomía individual, del derecho a escoger, de la hominización progresiva del feto, del rechazo de la superpoblación, del respeto ecologista por la naturaleza, de la responsabilidad social de contribuir a no degradar la superficie del planeta.
El activismo en favor del aborto ha dejado de ser una cruda militancia “proabortion”. Se ha sofisticado: hoy se prefiere hablar de defensa de las libertades civiles, proponer tolerantes actitudes “pro-choice”, argüir en favor de las justas reivindicaciones feministas.
En los Estados Unidos, algunos manifestantes profirieron gritos, y portaron carteles, diciendo Abortion is beautiful! El eslogan no triunfó, pues, además de ser demasiado radical, resucitaba la palabra aborto.
Lo ideal del activismo pro-aborto es mantener un exterior civilizado, y una militancia serena: la violencia quede para las acciones de rescate de los pro-vida.
Es preferible más que gritar, arrullar a la sociedad con promesas de bienestar ecológico y de ejercicio de libertades individuales. Desde el punto de vista dialéctico, es preferible olvidarse de las palabras duras, tanto más cuanto que para englobar la contracepción abortiva y el aborto farmacológico se dispone de un neologismo muy científico y tranquilizador. El nuevo vocablo es contragestión.
Emile Etienne Baulieu, el padre de la píldora abortiva, de la mifepristona, ha acuñado específicamente el término contragestión para designar tácticamente todas las variantes de aborto inducido farmacológicamente. El nuevo término viene exigido, en primer lugar, por la conveniencia de que al tratar de la mifepristona no se haga referencia alguna al aborto. Explicaba Baulieu la razón: Mi propósito es eliminar la palabra aborto, porque esa palabra es tan traumática como el hecho mismo del aborto….
Es patente en Baulieu la intención de amoralizar, de situar en un terreno éticamente neutro, la transmisión de la vida humana y de reducirla a pura biología”. Gonzalo Herranz, conferencia “La píldora RU-486 y otros abortivos: ¿El control natal del futuro?”, en el Congreso Internacional por la Vida y la Familia. Santiago de Chile, 20 de agosto de 1994.
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