jueves, 23 de noviembre de 2023

Ambigüedad del progreso científico: responsabilidad de participar (y V)

Es responsabilidad de cada uno reflexionar sobre a dónde conducen, qué implicaciones éticas, tiene los avances científicos. Cada uno, a su nivel, debe sopesar la calidad ética de todo progreso científico, y así obrar en consecuencia.

El Prof Gonzalo Herranz facilita esta tarea:  

“Como es propio de la Ética, termino haciendo algunas recomendaciones, dando unos consejos como remedio para la enfermedad de la indiferencia o la ignorancia. 

Asumamos nuestra responsabilidad personal, cada uno la suya. Interesémonos por la Bioética, pues en ello nos van muchas y decisivas cosas. Comentemos unos con otros las noticias del periódico, después de reflexionar un poco sobre lo leído y lo que detrás de ello está. Llamemos la atención de los demás y practiquemos ese oficio tan humano de contrastar opiniones sobre problemas en los que se juegan aspectos graves de nuestro futuro. 

Nadie ha hablado del particular con más fuerza ni más lucidez que Juan Pablo II. En el punto 15 de su carta Redemptor hominis figuran estas palabras, que nos ayudarán a alcanzar el deseable equilibrio entre confianza y crítica juiciosa de cara al progreso y la investigación de las ciencias:

"La pregunta que primero hay que hacerse se refiere a una cuestión esencial, básica: este progreso, cuyo autor y fautor es el hombre, ¿hace la vida del hombre sobre la tierra, en todos sus aspectos, más humana?; ¿la hace más digna del hombre? No cabe duda de que, bajo muchos aspectos lo hace así. No obstante, esta pregunta hay que planteársela obstinadamente en lo que se refiere a lo verdaderamente esencial: si el hombre, en cuanto hombre, en el contexto de este progreso, se hace de veras mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos". Hasta aquí la cita de Juan Pablo II.

Vemos, a la luz de este texto iluminador, que debemos inquietarnos, porque hay ciertos frutos del progreso que pueden ser venenosos, que pueden hacer daño al hombre. El progreso científico es ambiguo, carece de la capacidad de autorregularse éticamente. Tiene que ser guiado. Alguien ha de llevarlo de la mano. Y tengo la impresión de que, aunque es grande el interés que algunos científicos tienen por las implicaciones éticas de sus trabajos de investigación, en especial en el campo de la Biomedicina, no parece tal actitud ni suficientemente fuerte ni bastante extendida entre los cultivadores de la ciencia.

Por ello, todos, sin distinción, hemos de ayudar en esta tarea. Tenemos la obligación de interrogarnos tenazmente, obstinadamente, acerca de la significación humana de los avances de la ciencia, acerca de su sentido último y de su relación con las cosas realmente importantes. La ambigüedad del progreso es, en definitiva, un estímulo que nos mantendrá siempre en vigilancia y que enriquecerá nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad moral.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María. 


viernes, 17 de noviembre de 2023

Ambigüedad del progreso científico: responsabilidad de participar (IV)

La inhibición personal frente a las decisiones que la ciencia aporta a la sociedad es una grave irresponsabilidad que se paga tarde o temprano.

El Prof Herranz es muy claro:  

“A la hora de tomar decisiones morales, de hacer juicios éticos, todos somos iguales, todos somos igualmente expertos, sobre cada uno de nosotros carga la decisiva responsabilidad de entender y juzgar.

La tenemos, en primer lugar, a un nivel sociológico y político. En un estado democrático, podemos intervenir -en la modestísima, pero inapreciable, medida marcada por el principio de "un hombre, un voto"- en las decisiones que marcan el rumbo de la ciencia y las aplicaciones de la tecnología. En las democracias contemporáneas, las cuestiones bioéticas (costo de salud, legislación sobre tecnología científica, sobre familia y reproducción humana, aborto y eutanasia, regulación del ejercicio de la Medicina), están convirtiéndose en uno de los capítulos de mayor significación de los programas electorales. No vale aquí decir a otro: hazte cargo de mi salud y decide por mí. Todos estamos implicados, a través de nuestra intransferible corporalidad, en la toma de decisiones.

…La subdivisión de la sociedad entre una clase dirigente, la inteligente, y todos los demás, es inaceptable. Esa situación es comparable a la subdivisión de la sociedad en pobres y ricos, en señores y servidores. Hay, ¡qué duda cabe!, todavía razones físicas, circunstancias culturales que favorecen la existencia y perpetuación de la desigualdad social. Pero, por naturaleza, todos estamos instalados en un plano de absoluta igualdad intelectual.

Hemos de persuadirnos de que en el tiempo en que nos ha tocado vivir, tenemos que asumir nuestra parte de responsabilidad. Como sujetos morales, ninguno de nosotros vale menos que un diputado, que un ministro o que el mismo Rey. 

Pero los diputados que nosotros elegimos nos dictan leyes sin que hayan sido objeto de la discusión moral que las haga genuinamente representativas. ¿Tiene el pueblo español una idea definida acerca de lo qué es un 'preembrión' y de que sea legítimo desposeer al embrión humano de menos de 14 días de condición humana?

Por ahí fuera, se dice que la gente tiene que ser si no erudita, al menos, entendida… en los estudios e investigaciones que hacen los científicos en sus laboratorios. Sólo con conocimiento es posible juzgar en conciencia. 

De la abstención no saldrá nada bueno. Hay gente que piensa que no está a su alcance lograr un conocimiento adecuado de las complejísimas ciencias biológicas; o que las ciencias biológicas son algo muy sólido y objetivo, en el que no cabe discutir como se discute de religión o de política, terrenos en los que se dice que cada uno puede opinar como le venga en gana. Esta idea de la inmutabilidad, de la solidez, de la objetividad casi absoluta de las ciencias naturales es un error muy extendido, pues crea una difusa tendencia social a la abstención que conduce a la gente a abdicar en los expertos. Y este error no sólo está muy extendido entre la gente corriente. Es un error igualmente extendido entre los profesores.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María. 


viernes, 10 de noviembre de 2023

Ambigüedad del progreso científico: responsabilidad de participar (III)

Cada uno está obligado a adoptar una opinión madurada en los temas éticos que ineludiblemente nos afectan. Irresponsabilidad es suscribir, sin más, la opinión de otros o de la mayoría. Es una cuestión especialmente importante en los temas de ética médica. 

Lo aclara el Prof Gonzalo Herranz a continuación:

“Dije al principio que el propósito de esta conferencia era invitar a todos a interesarse por las implicaciones éticas de los avances científicos. A la gente joven de hoy les corresponderá, lógicamente, observar las maravillas -y también los riesgos- de esos avances…, cuando el conocimiento de los materiales moleculares de que está hecha la fábrica del cuerpo humano sea increíblemente más rico y cuando se haya multiplicado hasta lo insospechado la capacidad de dominar el humor, las opiniones y las apetencias espirituales y menos espirituales del hombre.

La vida de los hombres estará cada vez más influida por los avances científicos y tecnológicos. Juzgarlos es, por tanto, una obligación de todos, y una de las obligaciones que no podemos descuidar. 

Parece más cómodo para la gente -y mucho más irresponsable- confiar la solución de los problemas morales a los expertos. Algunos piensan que lo mismo que para reparar un grifo estropeado se llama a un fontanero, para solucionar los problemas éticos podríamos encargar a los expertos. Pero, en el fondo, en Ética no puede haber expertos. Algunos nos dedicamos a leer y reflexionar, a hablar y escribir, sobre lo que se escribe de historia de nuestras nociones éticas y de su fundamentación filosófica y teológica, de las soluciones que algunos proponen para tal complicado problema ético y de cosas así.

Pero las decisiones éticas ha de tomarlas cada uno. Nadie puede éticamente hipotecar su responsabilidad y tomar decisiones morales, confiado ciegamente en el consejo recibido. El Fundador de la Universidad en que trabajo, el san Josemaría Escrivá, insistía en que los consejeros espirituales, los expertos en cuestiones morales, deben informar y aconsejar: pero han de respetar la conciencia de sus dirigidos, no pueden usurpar su libertad.

…Uno no puede transferir su responsabilidad personal a los expertos. Todos, si somos verdaderamente responsables, hemos de pasar por el trance, a veces fuerte, de tomar partido, de decidir los dilemas que se nos presentan, de ser un agente activo en los campos de tensión ética, que es dónde se va decidiendo día a día el destino de la humanidad. Por decirlo de otro modo: a la hora de tomar decisiones morales, de hacer juicios éticos, todos somos iguales, todos somos igualmente expertos, sobre cada uno de nosotros carga la decisiva responsabilidad de entender y juzgar.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María. 


viernes, 3 de noviembre de 2023

Ambigüedad del progreso científico: responsabilidad de participar (II)

La ciencia como instrumento en mano del hombre tiene doble filo. Puede contribuir a nutrir el necesario progreso, o puede ser artefacto de muerte y degradación humana sin límites.

El Prof Herranz lo pone de relieve de forma escalofriante:

“La Ética de la ciencia, un problema de todos. Los problemas que deben preocuparnos, me parece a mí, están hechos de otros materiales. Se trata de problemas que nos afectan muy de cerca, pero que hemos de enfrentar, no con recelo y desconfianza, sino mediante un estudio sereno y una crítica ponderada. Nacen esos problemas de la posibilidad, inmediata y tangible, que tenemos ya hoy al alcance de la mano, de manipular, con los instrumentos que nos ha dado el progreso científico, al mismo hombre. 

Hay, en efecto, motivos para sentir una razonable inquietud. Valga un episodio como ejemplo. Puede parecer dramático, pero es muy real. Yo he denunciado recientemente, y con mucha energía, el uso perverso de la Psiquiatría en la guerra de Bosnia. No puedo dejar de decirlo una vez más. La Psiquiatría, esa rama particularmente sensible y humana de la Medicina ha sido convertida en arma de guerra. Karadzic, el líder de los serbios de Bosnia, ha empleado los conocimientos que como psiquiatra tiene del terrible trauma que para la mujer es la violación, para convertir el estupro en medio de intimidación y agresión. La violación, dentro de su crueldad y violencia, era hasta ahora algo casual, asistemático, un elemento más del botín del vencedor. En Bosnia se la ha convertido en una actividad sistemática, científicamente programada, de alto rendimiento: se han creado campos de concentración-burdel, atendidos por destacamentos de soldados serbios cuya función es violar. Se ha refinado la crueldad psicológica de las violaciones haciendo estar presentes a ellas a maridos, hermanos o padres. Durante unos años, la violación fue el arma disuasoria más eficaz para liberar territorio enemigo. 

Los conocimientos científicos pueden ser utilizados de modo ambiguo: el psiquiatra puede, gracias a su ciencia, curar las heridas del alma de la mujer violada, pero puede también instrumentalizar esa misma ciencia para hacer mucho más daño, para multiplicar las tragedias personales, para liberar entre los enemigos cantidades inmensas de dolor. La ciencia y sus aplicaciones son ambiguas: pueden crear bienestar y enriquecer las relaciones humanas, pero también pueden desencadenar dolor y degradación. 

Cosas parecidas pasan, por ejemplo, con la reproducción humana asistida. Todo el mundo lo sabe: hoy es posible producir seres humanos en el laboratorio para destinarlos a vivir, colocándolos en el útero de una mujer, o para sacrificarlos en aras de la investigación; para seleccionarlos mediante la aplicación de sondas génicas y aceptar a los que superen las pruebas de calidad a las que los sometemos, o para desechar a los que son marcados como no deseables, de algún modo imperfectos, o simplemente de dudosa calidad. Pero seleccionar para aceptar o rechazar es un poder tremendo del hombre sobre el hombre, en que unos se atribuyen un poder omnímodo, tiránico, sobre otros.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María.