viernes, 6 de junio de 2025

Contra la eutanasia y el suicidio asistido (X)

Para la gran mayoría de enfermos, qué sentido tiene firmar un consentimiento del que apenas se entiende algo y mal, y ¿a quién beneficia? 

Cuestión: Una de las cosas que ha cambiado en la práctica médica diaria es la avalancha de formularios ante distintas pruebas diagnósticas o de tratamiento…. Mi sensación es que la gran mayoría de los pacientes firma, porque hay que hacerlo, sin entender lo que hace. 

Respuesta del Prof. Herranz: “Creo que la autonomía, tal como se representa actualmente en los hospitales, es más letra de ley que vida del pueblo. Es una idea jurídica que permite hacer leyes, reglamentos, formularios y que da trabajo a los Comités de ética. Pero ese formalismo es artefacto. Yo mismo, cuando he ingresado para alguna intervención, he dicho que por favor no me trajeran los formularios, porque no los firmaría. Prefería hacer en un papel mi propia autorización para los tratamientos. No estoy muy seguro de si lo hice por vanidad de profesor de ética médica, o por verdadero respeto ético hacia mí mismo y hacia el médico que me iba a intervenir. Yo estaba allí porque quería, me operaba porque me daba la gana. Pero rechazo el formalismo del formulario, una cosa primariamente introducida por juristas y para los juristas. 

Es utópico pensar que los pacientes comprenden racionalmente y evalúan ponderadamente una información de la que entienden muy poco. Por eso, y de cara a la eutanasia, pienso que la enfermedad terminal no es el hábitat normal para que el paciente tome decisiones, comprenda informaciones, evalúe pronósticos, sopese alternativas de tratamiento, y pueda elegir el suicidio médicamente asistido o la eutanasia.” Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015. 

viernes, 30 de mayo de 2025

Contra la eutanasia y el suicidio asistido (IX)

Bien distinta es en medicina una autonomía del paciente saturada de implicaciones jurídicas, de la autonomía informada que necesita el paciente para dar su decisión a pruebas o tratamiento.

Cuestión: Con frecuencia se escucha esta argumentación: "A nadie se le puede obligar a seguir viviendo en contra de su voluntad. La eutanasia es un derecho de la autonomía individual del sujeto". En Medicina, el concepto de autonomía no es realista en muchas situaciones. ¿Puede realmente una persona en estado de evidente gravedad hacer una petición independiente y libre de acabar con su vida? ¿Tiene los medios cognitivos necesarios para tomar una decisión de este tipo? 

Respuesta del Prof Herranz: “Yo diría lo siguiente: la autonomía ha entrado en ética, en bioética, no como una actitud ética, sino como un derecho, el derecho último, básico. Me parece que ese exceso de acento jurídico la desvirtúa. La autonomía ha sido exagerada en intensidad y extensión. Y aunque ha sido exaltada por el coro de los bioéticos, no han dejado de aparecer críticas muy razonadas…

Cari Schneider es otro autor que ha estudiado este tema muy seriamente; me parece que es el único que ha sacado la autonomía del armario jurídico, de la condición de figura jurídica, y la ha estudiado en su realidad empírica, en las salas de los hospitales, en los consultorios. 

Nos ha mostrado qué es en realidad la autonomía, cómo se vive, qué significa para los pacientes de carne y hueso. Schneider, tanto en muchos artículos como en su libro The Practice of Autonomy: Patients, Doctors, and Medical Decisions, ha estudiado lo que los pacientes entienden que es su autonomía real y cuán difícil es para ellos administrarla. El hecho de que, en la práctica norteamericana, la ley de autodeterminación del paciente no haya conseguido superar el modesto 20% de los pacientes que llegan al hospital con sus disposiciones anticipadas listas o que las redactan en el momento de ingresar, indica hasta qué punto la tendencia a autodisponer de uno mismo es algo que difícilmente entra en la mentalidad de la gente común.” Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, p 131-132. 


sábado, 24 de mayo de 2025

Contra la eutanasia y el suicidio asistido (VIIIb)

Cuando el sentimentalismo dirige a una persona, su conducta será, sobre todo, irracional. Exactamente igual ocurre en una sociedad influida por la propaganda eutanásica.

Seguimos con la respuesta del Prof Gonzalo Herranz (ver envío anterior): "Uno de cada cuatro ancianos vive solo durante todo el año; soledad que se acrecienta durante los meses de verano, época del año en la que aumentan los ingresos en las residencias de la tercera edad y en las urgencias de los hospitales. 

El hecho mismo de que las necesidades afectivas de una persona mayor o enferma estén desatendidas es, también para algunos, justificación suficiente de la eutanasia. Ya señalé que los Jueces holandeses han definido esta situación como "crisis existencial", remediable con la eutanasia. Quedarse sin amigos, vivir en soledad, tener que depender afectiva y efectivamente de otros, hace patente que la vida ha perdido calidad, carece de aliciente, le arrincona a uno. 

Pienso que en toda la propaganda en favor de la eutanasia hay una explotación abusiva de los sentimientos. Recuerdo el intento de algunas personas, aquí en España, de utilizar como eslogan para la televisión la voz quejumbrosa de una mujer que tenía a su marido en la unidad de cuidados intensivos. Había allí una clara explotación del sentimiento, un abuso propagandístico. No cabe duda de que en la bioética abunda extraordinariamente esa ética del sentimiento. 

Esa ética opera muy profundamente en la gente. Uno de los más duros insultos con que se puede ofender a alguien es decirle que es una persona que no tiene sentimientos. Pero se debe insistir en una idea luminosa de Chesterton: cuando la compasión se separa de las otras virtudes, se convierte en un vicio mortífero. El que se mate por compasión no hace inocente el hecho de matar. No hemos de ver la compasión como un atenuante. Pienso que la educación del sentimiento es fundamental. Educar el sentimiento no es erradicarlo, sino integrarlo en la vida moral, dirigirlo."  Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, p 130.

sábado, 17 de mayo de 2025

Contra la eutanasia y el suicidio asistido (VIIIa)

Es evidente que la eutanasia funciona con slogans. Veamos unos ejemplos.

Cuestión: Una de las banderas enarboladas por los movimientos a favor de la eutanasia ha sido la eutanasia por compasión… ¿No cree usted que esta concepción, que pretender aliviar el sufrimiento -del enfermo, y fundamentalmente del nuestro- eliminando al enfermo, es una aberración? ¿No nos estamos dejando arrastrar por las olas del sentimentalismo? 

Respuesta del Prof. Herranz (I): “El movimiento pro-eutanasia ha ido centrando la atención en ofrecer un cuadro patético del final de la vida y, por tanto, de la humanidad, sobre todo en relación con la senilidad, con las grandes minusvalías, con lo que podíamos llamar la "depleción afectiva" del enfermo terminal. Hacen creer a la gente que se da ahí una situación de indefensión, de incapacidad para gestionar la vida. 

En este punto creo que podemos comprender muy a fondo nuestra actitud hacia la debilidad humana, y hasta dónde puede llegar a ser fuerte el rechazo de la limitación. En algunos, de mente moderna, que han "triunfado", que han dirigido a otros, que han "pisado fuerte" en su vida, se suele dar una especie de intolerancia a venir a menos. Cuando una persona que ha estado dirigiendo una empresa, mandando sobre centenares de personas, ejecutando planes que se desarrollaban al compás de su batuta, se encuentra que ya no puede valerse por sí mismo, que ha de ser ayudado a levantarse, a vestirse, a lavarse, que otra persona tiene que ocuparse de funciones muy íntimas, considera todo eso como una humillación incompatible con su propia dignidad, y se desmorona. Es entonces cuando pide la eutanasia. No valerse por uno mismo, tener que pedir ayuda, se convierte en una humillación que no se tolera. 

En encuestas llevadas a cabo en Estados Unidos y Canadá, uno de los motivos para pedir la eutanasia que más ha crecido, y que incluso en algunos estudios se ha colocado en primer lugar, es precisamente esta pérdida de autonomía. En muchas sociedades, el hombre de hoy ha sido hasta cierto punto educado para la autonomía. Cuando ya no la puede ejercer, la vida pierde todo su valor. El depender de otros se percibe como una degradación, a la que es preferible la muerte. Cuando uno no puede dirigir su propia vida, esta pierde su sentido. Y esto funciona como eslogan en favor de la eutanasia.” Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, p 129-130. 


viernes, 9 de mayo de 2025

Contra la eutanasia y el suicidio asistido (VII)

La muerte es digna. Lo que es indigno es el abandono con descarte.

Cuestión: Hoy en día se evita que, por ejemplo, los niños se enfrenten con el dolor y el sufrimiento. El argumento esgrimido es el de no causarles un trauma. Por otro lado, las prisas de esta sociedad frena esa labor -tan bonita y tan humana- de visitar y acompañar al enfermo.

Respuesta del Prof. Herranz: “Es necesaria una educación social que evite el rechazo del enfermo terminal. No se debería reducir la relación con él a los breves momentos de una visita, de la que se escapa lo más rápidamente posible. Portarse así es perder una oportunidad de ganar humanidad profunda.

La dignidad del moribundo es dignidad humana. El deterioro, el descontrol fisiológico que puede ocurrir, no es humillante, no anula la dignidad de la persona enferma. Es, por el contrario, la ocasión de reconocer nuestros límites, de percibir hasta dónde llega nuestra corporalidad decaída, pero nunca degradada. Es una situación que se arregla limpiando al enfermo, cambiándole la ropa, lavándolo: como se hace con los bebés, con cariño, no con asco. (Hoy, además, con el uso de los pañales de adulto, eso es más fácil que lo era antes). Ese es una de los aspectos más amables de la regresión que en la ancianidad hacemos a la primera infancia. Es inhumano abandonar a un paciente a la inmundicia, lo mismo que lo es suprimir al paciente para prevenir nuestra náusea y disgusto.

La muerte humana es digna. Porque de la misma manera que se sostiene que la dignidad es intrínseca en relación con otros aspectos, también la dignidad del moribundo es admisible. No cabe duda de que el eslogan de la eutanasia es convertir la muerte en algo eficiente, limpio, rápido, pulcro, programado, dominado; pero eso no es sino a costa de una pérdida muy significativa de lo que es la humanidad real.” Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, p 128-129.


viernes, 2 de mayo de 2025

Contra la eutanasia y el suicidio asistido (VI)

La vida siempre tiene una dignidad que no permite la indignidad del abandono. 

Cuestión: Para muchas personas —y algunas de ellas muy cercanas- la vida pierde su dignidad y deja de ser un bien altamente estimable cuando la calidad decae por debajo de un nivel crítico. La "calidad" de vida se está imponiendo a la propia vida. 

Respuesta del Prof. Herranz: “La calidad de vida de un enfermo terminal es un tema que no se ha trabajado lo suficiente. Cuando el pronóstico está bien sentado y es objetivo (en la media en que humanamente se pueda juzgar), es decir, cuando no hay esperanza humana de seguir viviendo, queda todavía un breve tramo final de vida que tiene un valor y unas implicaciones excepcionales. 

Conviene saber que, en general, las atenciones que reclaman los pacientes terminales no son ciertamente muy grandes: según los datos de un par de tesis doctorales que he dirigido, menos de las imaginadas. Los pacientes suelen vivir los últimos pocos días u horas bajo la influencia de fármacos paliativos. Su vida, sus exigencias, se van debilitando y tienden a disminuir, porque el deterioro fisiológico y mental los va apagando como un pequeño fuego que se va extinguiendo.

Vivir en esas condiciones precarias, que es como suele hacerlo el ser humano moribundo, es el modo propiamente humano de vivir la vida terminal. De la misma manera que reconocemos que en el ser humano de pocas células hay un modo precario, aunque lleno de potencia, de iniciar la vida, es necesario reconocer también que hay precariedad en los días finales de la vida (cuando la plenitud, el florecimiento se han marchitado). Ese es un pedazo de la vida tan lleno de humanidad -y de humanidad cualificada- como lo pueda ser cualquier otro. 

No hay otra manera de acabar la vida sino así, por lo menos en el caso de la muerte natural por vejez o por una enfermedad crónica que se agrava. Este es el modo habitual de morir.” Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, p 127-128.


viernes, 25 de abril de 2025

Contra la eutanasia y el suicidio asistido (V)

Un sentimentalismo sin barreras, sobre todo de carga egoísta, tiene el poder de deformar la realidad con una definición adulterada de “muerte digna”.

Cuestión: Dejando a un lado la idea de Paul Ramsey que, en su polémica con León Kass, afirmaba que la muerte es una desgracia, es indigna en sí, ¿cómo se podría describir la "muerte digna"? 

Respuesta del Prof Herranz: “Pienso que morir con dignidad es morir limpio, aseado, atendido, con los síntomas de la enfermedad terminal lo mejor tratados posible; morir con el consuelo de los suyos y de su religión, y un cristiano con atención sacramental. 

De esto último, a mi parecer, se habla demasiado poco. La fuerza de la gracia es fundamental para el paso a la otra Vida. En bioética esto no forma parte de la agenda. Estamos olvidando siglos de sabiduría cristiana, y dejando de lado el sentido sobrenatural del vivir y del morir. La muerte en Dios dignifica y redime la vida, de modo incomparable. 

Morir con dignidad es fundamentalmente morir acompañado, recibiendo afecto y consuelo.” Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, p 127.