viernes, 15 de noviembre de 2024

Reproducción humana artificial (6)

Por muchas razones que se aporten nadie puede negar el profundo carácter artificial y, a la vez, comercial que envuelve a las técnicas de fecundación in vitro.   

El Prof Herranz lo expresa con claridad:

Cuestión: Robert Edwards recibió el premio Nobel de Medicina 2010 por sus investigaciones sobre técnicas de fecundación in vitro, que hicieron posible el nacimiento de la primera niña probeta (25 de julio de 1978). Desde el punto de visto ético dichas técnicas presentan importantes objeciones. Además, como señaló Cari Djerassi: "cuando el embrión humano se obtuvo fuera del claustro materno, el genio se escapó de la lámpara". ¿No es cierto que lo que nació para poner remedio a la infertilidad se está convirtiendo en una cuestión de intereses subjetivos y económicos?: bebés medicamento, niños a la carta, maternidad de alquiler y mercantilismo reproductivo 

Respuesta: “La deriva microsocial que ha empujado a la fecundación in vitro ha superado todos los cálculos. En los años inmediatamente anteriores a 1978 (cuando nació la primera niña probeta) muchos bioéticos (Fletcher, Ramsey, Kass, entre otros) trataron de vislumbrar las consecuencias de la reproducción artificial. Eran personas muy imaginativas, que crearon escenarios sorprendentes, futuristas; pero que, ante lo que vino después, se quedaron cortos. En aquel tiempo, antes y después de 1978, la preocupación estaba centrada en la posibilidad de que las técnicas de reproducción asistida indujeran malformaciones o trastornos del desarrollo que conllevara una descendencia defectuosa. Los efectos sobre la estructura de la familia y el matrimonio humanos estaban en segundo plano: lo importante era acabar con el sufrimiento de la esterilidad por obstrucción tubárica. 

No cabe duda que sacar la transmisión de la vida humana de sus límites corporales, de la relación conyugal, ha despersonalizado la reproducción, la ha cosificado. Hacer extracorpórea la transmisión de la vida humana es, en cierto modo, hacerla deshumana, es desconectarla del hombre y exiliarla al mundo extraño del laboratorio, donde lo humano, los gametos y los embriones, se hacen objeto tecnificado. Y donde, de modo casi inevitable, el dominio del experto, lo mismo que el capricho del cliente, tienden a hacerse norma. 

Por un tiempo se pensó que la reproducción asistida estaba destinada a aliviar la esterilidad de las parejas. Pero esa idea no podía resistir al doble ataque del virtuosismo técnico (podré hacer lo que hasta ahora nadie ha hecho) y de la autocracia del consumidor (haré que me hagan lo que no han hecho a nadie). Curiosamente, muchos han querido ser originales. Y responder a los deseos de unos y otros se ha convertido en la brújula del progreso técnico. Se ha creado un mundo de caprichos. Ahí tenemos el caso de la India: la maternidad de alquiler es hoy una repugnante explotación que las mujeres ricas del primer mundo ejercen sobre las mujeres pobres del tercer mundo. Cierto que allí están tratando de poner orden legislativo a este abuso, pero el turismo explotativo de la reproducción asistida es muy fuerte: los agentes locales, médicos y negociantes, no parecen muy escrupulosos.” (En “Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, 85-86)

viernes, 8 de noviembre de 2024

Reproducción humana artificial (5)

El mundo occidental respira indiferente una atmósfera nazi devastadora: se propicia el aborto como la solución, aceptable y deseada, para todo nacimiento defectuoso.

La respuesta del Prof Herranz no deja lugar a la duda.

Cuestión: Sucede no pocas veces que el diagnóstico prenatal se pone al servicio de una mentalidad eugenésica, que acepta el aborto selectivo para impedir el nacimiento de fetos afectados por distintas patologías. 

Respuesta: “En efecto, a medida que avanza el diagnóstico prenatal (incluido el diagnóstico genético pre-implantatorio) se va imponiendo en genetistas y obstetras, lo mismo que en la sociedad general, la idea de que solamente es aceptable el hijo que está libre de taras genéticas o de defectos del desarrollo. De este modo, la mentalidad eugenésica empieza a dominar estratos cada vez más extensos de la sociedad, sobre todo en las sociedades más avanzadas y en los sectores más ilustrados de ellas. 

Los médicos y biólogos ofrecen, sonriendo, desde las páginas de los periódicos o en las pantallas de la televisión la puesta a punto de técnicas que anticipan en el tiempo el diagnóstico de lo "no deseable" y la posibilidad de desembarazarse de una criatura que no será competitiva. No se trata ya sólo de dejar que los padres elijan libremente. Cada vez más, desde el punto de vista del médico, el diagnóstico prenatal, a veces el encarnizado diagnóstico prenatal, es el medio de sobrevivir incólume en una cultura de rechazo a la tara congénita. Fallar un diagnóstico prenatal, o atender a un embarazo del que nace un niño con lesiones malformativas o con trastornos genéticos no detectados a tiempo, es una situación que puede costarle muy cara al médico. Todo (la jurisprudencia, la legislación, la exigencia social) impone al médico como signo de competencia profesional un deber nuevo: permitir el nacimiento exclusivamente de niños sanos. 

En las sociedades avanzadas de hoy, la opción del aborto es la solución propuesta no sólo para los casos en que se demuestra un diagnóstico incompatible con la vida o de trastornos graves del desarrollo neurológico y psicológico de las criaturas; es un imperativo para los casos de duda. El aborto es la solución jurídica-mente más segura, más ventajosa para el médico. Las sentencias judiciales les han llevado a la cínica convicción de que un feto deliberadamente abortado, aunque fuera sano, nunca crea problemas; una criatura malformada, pero viva, los crea.


Esto es lo que está sucediendo en las sociedades que aspiran a que no haya especímenes biológicos deficientes, que todos los niños nacidos hayan pasado por ese filtro de calidad, de la creciente optimización de la reproducción humana. Un médico alemán lo señalaba de un modo gráfico: las exigencias de calidad del feto han convertido al feto enfermo en una especie de parásito que debe ser expulsado del cuerpo, como si fuera una lombriz intrauterina. En eso está quedando el respeto debido al ser humano minusválido antes de nacer. Esta mentalidad eugenésica está haciendo saltar en pedazos la idea del hijo como un regalo de Dios, como don recibido, como milagro, y la está sustituyendo por la idea del hijo como objeto que se diseña y que ha de cumplir ciertos requisitos para ser aceptado. 

En bioética se tiene por insulto intolerable el trazar algún paralelismo entre la política eugenista nazi y la práctica eugenista que se está imponiendo de modo práctico, y con creciente adhesión, en las sociedades avanzadas de hoy. Es evidente que hay marcadas diferencias de procedimiento, y que han transcurrido muchos decenios de avances científicos y refinamientos técnicos. Pero el resultado final, erradicar el error genético, la minusvalía congénita, es el mismo: los dos son producto de una visión exclusivamente biologista del hombre. De momento, las decisiones eugenésicas están en manos de los progenitores. Pero no cabe duda de que la mentalidad eugenista está penetrando hondo entre obstetras y genetistas. Cada vez es más fuerte, más dominante, la idea de que forma parte de la competencia profesional el ofrecer productos terminados de alta calidad.” (En “Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, 84)


jueves, 31 de octubre de 2024

Reproducción humana artificial (4)

Cuando se pone precio al ser humano se le rebaja su dignidad a mero producto comercial, bien sea para adquisición (por ejemplo, fecundación in vitro) o para el descarte según utilidad (por ejemplo, eutanasia). La dignidad del hombre es incompatible con su valoración según utilidad.   

Respuesta del Prof Herranz:

Cuestión: El hijo, ¿es un derecho o es un don? 

Respuesta: “En la sociedad, muchos de los que viven de espaldas a Dios -que es el Creador de la vida- ya no consideran al hijo como lo que es: un regalo, un don, algo sorprendente y casi increíble. Se le ha reducido a simple producto que se puede proyectar, obtener e incluso aceptar o rechazar. 

La mentalidad contraceptiva (tengo los hijos que quiero y cuando quiero) se combina con la mentalidad de la reproducción asistida (produzco los hijos cuando me conviene, incluso en las condiciones sociológicas o de combinatoria biológica que yo elija). 

Se crea entonces la convicción social -y también, hasta cierto punto, profesional, médica- de que la transmisión de la vida es mera biología, mera técnica, que ha roto toda conexión con el asombro, con el misterio que siempre ha sido la transmisión de la vida humana, la expectativa del hijo.” (En “Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, 83)


viernes, 25 de octubre de 2024

Reproducción humana artificial (3)

Frente a la fecundación in vitro, el ser humano esgrime el derecho básico de no ser considerado nunca una mercancía. La ética médica debe garantizar ese derecho básico.

La respuesta del Prof Gonzalo Herranz:  

Cuestión: El progreso de la industria de la fecundación extracorpórea es una historia de innumerables vidas sacrificadas, de bebés nacidos que no conocerán de dónde vienen, de cientos de miles de vidas condenadas a un limbo helado en los congeladores de las clínicas, de manipulación y engaño a parejas que sufren por su infertilidad, etc. ¿No tendríamos que volver a la lectura del libro de nuestro cuerpo, de nuestra fisiología, para encontrar ahí las causas de la esterilidad y darles solución? 

Respuesta: “Creo que todo esto tiene una lectura positiva, al menos, debería tenerla. Se empieza a decir que hemos llegado al techo de la eficacia de la reproducción asistida, que ya no podemos esperar mucho más de ella para dar solución a los problemas pendientes, es decir, a las parejas en las que la reproducción artificial ha fracasado. Eso debería incitar de nuevo al estudio avanzado de la fisiopatología de la esterilidad, para poder encontrar ahí soluciones verdaderamente terapéuticas, no simplemente "protésicas". Hay que investigar de nuevo las causas, los mecanismos. Sólo ahí es donde se puede encontrar un camino de solución. Se necesita una investigación que reconozca las verdaderas posibilidades y las verdaderas limitaciones del ser humano, esto es, más conforme con la naturaleza humana y, por tanto, con la moral cristiana.” (En “Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, 82)

jueves, 17 de octubre de 2024

En la festividad de San Lucas, patrono de los médicos

A propósito de esta festividad es muy sugestiva la defensa que San Juan Pablo II hizo del Juramento Hipocrático, que a buen seguro fue asumido por el propio San Lucas.

Muy bien lo refleja el Prof Gonzalo Herranz en este fragmento de una intervención suya: 

“… En su recurso a Hipócrates y a su Juramento, Juan Pablo II se emplea con una intensidad sin precedentes en el Magisterio de la Iglesia: es una conclusión que se deduce cuando se revisa panorámicamente la presencia de la ética de Hipócrates en los documentos papales, la patrística, la escolástica y la medicina pastoral 

En su defensa radical de la vida humana, el Papa adujo reiteradamente las cláusulas del Juramento Hipocrático que rechazan el aborto y la eutanasia. 

En el ya referido primer encuentro con los médicos, que tuvo pocos meses después de ser aprobada en Italia la legislación despenalizadora del aborto, urgía a los médicos italianos a que no permitieran que sus conciencias fueran manipuladas mediante halagos, presiones, amenazas o violencia física; a que no mancharan sus conciencias con comportamientos que pudieran lesionar el bien sagrado de la vida humana. 

Les animó a "no colaborar en prácticas contrarias a la ética, no sólo cristiana, sino sencillamente natural, en contradicción abierta con la deontología profesional, expresada en el celebérrimo juramento del antiguo médico pagano". 

Les instó a ofrecer a sus colegas no católicos el testimonio de una conducta responsable y sin fisuras, que afirme el derecho de libertad de conciencia profesional, promueva la defensa del derecho a la vida, denuncie la situación social de grave injusticia que introduce la ley, e impulse a la práctica de una generosidad desinteresada en servicio de la persona humana…” Gonzalo Herranz, en `La conciencia del médico y el respeto a la vida humana: Juan Pablo II y el Juramento de Hipócrates´

viernes, 11 de octubre de 2024

Reproducción humana artificial (2)

En la fecundación in vitro la ciencia es arrastrada por una compasión sin freno: en esencia, se pretende obtener una vida sin importar la aniquilación de otras muchas. La degradación ética es indiscutible.

El Prof. Gonzalo Herranz responde a la cuestión:

Cuestión: Millones de seres humanos han nacido gracias a la fecundación in vitro, aunque sólo representan un 20-30% de los embriones producidos para este fin. Esto quiere decir, que millones de seres humanos en estado embrional no han llegado a nacer, debido a los procedimientos altamente agresivos para la débil vida recién concebida, porque no eran aptos o, simplemente, porque sobraban. 

Respuesta: “Desde el primer momento, la fecundación in vitro fue mimada por la opinión pública. Fue presentada como una mezcla embriagadora de ciencia y compasión. Se le ha hecho mucha propaganda en las revistas del corazón. Y también mucha publicidad, pues no en vano hay una industria de la reproducción humana. 

El tiempo ha hecho conscientes a muchas personas que las técnicas de reproducción asistida tienen límites. El número de descontentos crece en la sociedad porque las técnicas de reproducción asistida no consiguen solucionar sino parte de los problemas. Prácticamente sigue siendo cierto que tres de cada cuatro parejas (no es fácil interpretar los datos, pese a los esfuerzos hechos para medir la eficacia real de las intervenciones) no reciben de esas técnicas el consuelo de un hijo. Sigue sin publicarse un dato esencial: la relación entre el número de niños nacidos y el número de embriones producidos en el laboratorio. Se suele decir que no es muy inferior a la tasa que se da en la reproducción natural, en la que se calcula una pérdida precoz de embriones que algunos fijan en el 80 por ciento. Pero los datos no se publican.” (En “Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, 81)


jueves, 3 de octubre de 2024

Reproducción humana artificial (1)

La fecundación in vitro al pretender silenciar los estudios de la patología de la esterilidad se hace sospechosa de un interés preferentemente comercial.

La respuesta del Prof Herranz:

Cuestión: Se ha hablado abundantemente sobre la fecundación in vitro. ¿Es realmente la panacea, el remedio general para revertir el problema de la infertilidad? 

Respuesta: “Con la inseminación artificial y la fecundación in vitro se produjo realmente una revolución, cuyos resultados -a mi modo de ver- no consisten sólo en el consuelo de las parejas a las que la asistencia médica ha podido dar descendencia. Consisten, también, en el abandono de la búsqueda de la verdadera solución de muchas de las causas anatómicas, hormonales, médicas o psicológicas de la esterilidad, tanto en la mujer como en el varón. 

La práctica de la fecundación in vitro se ha convertido en el remedio universal de la esterilidad. Es una especie de Deus ex machina que resuelve todos los dramas, o parte de ellos. Empezó siendo un modo de vencer las dificultades creadas por la impermeabilidad de las trompas de Falopio, pero con los años se ha convertido en una solución universal a los problemas de esterilidad del varón o de la mujer. Con el desarrollo de las técnicas, en especial de la inyección intracitoplasmática de espermatozoides (o de células espermáticas), la solución se presenta como una cura inmediata, universal, que ha hecho olvidar, dejar de lado, la investigación de las causas y remedios de los diferentes tipos de esterilidad.” (En “Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, 80-81)