Hay muchos bebedores de riesgo que no son conscientes de su situación. Es importante evitar que la enfermedad del alcohol, como es habitual, avance silencioso en estos pacientes y amanezcan en el hospital, pasados los años, cuando ya poco se puede hacer por ellos. Si hubiera un medidor general de hasta qué medida sería aceptable beber, se podría poner un límite en los tres vasos de vino diarios para los hombres y dos para las mujeres. A partir de esa cantidad, esa persona puede empezar a entrar a zona de riesgo y habría que vigilar su relación con el alcohol. No significa que no se pueda beber. La cuestión está en que hay que tomar la proporción ajustada.
El descontrol en la bebida leva a un final devastador. De esas personas que beben muy por encima de lo recomendado, sobre un 15% pueden evolucionar a una cirrosis hepática, que suele ser, además, el preámbulo del cáncer de hígado.
La cirrosis es
la degeneración hepática, la desestructuración del hígado. Se pierde su arquitectura, tanto orgánica como funcional. Un órgano que es capital para el funcionamiento del cuerpo humano se convierte en prácticamente inservible.
la degeneración hepática, la desestructuración del hígado. Se pierde su arquitectura, tanto orgánica como funcional. Un órgano que es capital para el funcionamiento del cuerpo humano se convierte en prácticamente inservible.
Revertir la cirrosis es imposible. Lo único que se puede hacer es frenar su progresión. El clásico pensamiento de que una borrachera ocasional es normal y no supone ser alcohólico es uno de los mitos que hay que echar por tierra, al igual que la frecuente borrachera es la que define a la enfermedad alcohólica. La enfermedad alcohólica no se define sólo por la frecuente borrachera. Hay muchas personas que sin llegar a estar con frecuentemente embriagados son enfermos alcohólicos. Muchos son bebedores sociales, sin saberlo, son enfermos del alcohol.
El grado de dependencia al alcohol marca la diferencia entre unos pacientes y otros.
También es preciso un cambio de mentalidad en los familiares del enfermo alcohólico, pues no nos encontramos frente a una persona con un vicio, aunque en un principio pudo serlo, ahora enfrente tenemos a una persona absolutamente incapaz de vencer una dependencia. Sin contemplarlo así es imposible tratar adecuadamente su enfermedad. Si se sigue y se le trata con razonamientos para convencerle que tiene que salir del vicio, el fracaso está servido. El enfermo alcohólico tiene una voluntad tan debilitada que no puede disponer de ella: esa es la esencia de su enfermedad.
Si se precisa más aclaración, o consulta, dirigirse a: medicinayvida@gmail.com
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