En este apartado podemos observar como la verdad científica entorno al inicio de la vida embrionaria se fue haciendo acomodaticia a los intereses comerciales. Se llegó a dar por válidas unas actuaciones que iban, y siguen yendo a nivel internacional, contra los principios más básicos de la ética médica y, que con el paso de siete décadas, se mantienen como válidas por gran parte de la literatura médica científica de forma asombrosamente acrítica. Se construye ciencia médica sobre afirmaciones en torno al inicio de la vida que carecen de constatación objetiva alguna, logrando producir una conciencia social totalmente anestesiada. Todo ello es comprobable según los estudios ciertamente referenciados por el Prof. Herranz. Exponemos esquemáticamente esas básicas líneas históricas suministradas por él:
Historia de la “píldora"
“La primera píldora, la de John Rock, de dosis hormonal muy alta (Enovid-10), era predominantemente -aunque no exclusivamente- anovulatoria. Pero se asociaba a efectos secundarios insoportables: molestias muy fuertes y efectos metabólicos marcados. Por ello, resultaba necesario reducir la dosis sin perder efectividad. Pero esa disminución de la dosis conllevaba un cambio en el mecanismo de acción: la píldora pasaba de ejercer su efecto principal en el ovario, a incluir entre sus dianas el endometrio; la baja dosis permitía un cierto número de ovulaciones y, correlativamente, de fecundaciones, pero estas no progresaban porque se impedía la nidación de esos embriones. Es decir, la píldora tenía un efecto antinidatorio, producía un número indeterminado de abortos muy precoces. Esto está reconocido desde el primer momento, ya en los primeros años 60, en trabajos publicados en The Practitioner, en Lancet y en el JAMA.
Pero la investigación para establecer en qué proporción se producía este efecto antinidatorio quedó frustrada. No interesaba ni a los promotores sociales de la contracepción ni a la industria farmacéutica. Podría hacer perder un enorme mercado: el de las personas que tenían un compromiso moral de respetar la vida. Entonces se estableció una especie de veda a esa investigación… Se ha preferido mantener un velo de ignorancia sobre el asunto”.
Se abre paso la ética contraceptiva
“Junto a esto, el paso de los años, el acostumbramiento cultural a la anti- concepción como modo ordinario de vida, lo que se ha llamado el “(la ética) contraceptiva”, ha hecho que el respeto al embrión concebido se haya extinguido en sectores muy amplios de la sociedad. Que se malogre la vida de un ser humano, al impedir su anidación, ha dejado de constituir un problema que cause la más mínima inquietud moral. Nadie siente escalofríos morales por eso.
El paso del tiempo y el acostumbramiento cultural al aborto y a la contracepción como rutina han ido trasladando el centro de gravedad del ovario al endometrio, y, finalmente, al embrión. Lo que empezó con la anovulación, termina en la destrucción de embriones. Eso no hubiera sido posible sin la manipulación del lenguaje…”
Manipulación del lenguaje que oculta la acción abortiva de los anticonceptivos
“Ya dije antes que la falsificación del lenguaje comenzó con la contracepción. La historia viene a decir que los biólogos de la reproducción humana, gente muy inteligente, se dieron cuenta muy pronto del peligro que para la contracepción supondría que se la inculpara de actuar destruyendo un número indeterminado de vidas. Por eso, tomaron como tarea urgente desligar los conceptos de "aborto" y "contracepción". Sin la manipulación del lenguaje, la sociedad no aceptaría la contracepción hormonal y el DIU. Cambiado el lenguaje, no habría resistencia.
La historia de esta manipulación está muy bien relatada por Grisez, en su libro sobre el aborto (Abortion: The myths, the realities and the arguments). Cuenta que ya en 1955, en una reunión del Planned Parenthood International, que tuvo lugar en Tokio, Böving interviene para concluir que ciertas dificultades de terminología no son más que el precio que hemos de pagar por el progreso: un procedimiento de control de los nacimientos que impidiera la implantación del embrión no tendría que ser considerado como abortivo si se hace algo tan simple como cambiar el significado de unas palabras. Böving sugirió que la palabra concepción debería aplicarse al proceso de la implantación; no, como hasta entonces, al de la fertilización.
El American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) adoptó ese cambio: estableció, en virtud de su autoridad profesional, que la concepción es la implantación del blastocisto... Pretendían unificar el lenguaje con finalidades estadísticas y científicas, y establecer un lenguaje común que todos los obstetras y ginecólogos entendieran. Les pareció conveniente empezar por definir algunos términos relacionados con la fecundación.
Ahí fue donde se provocó esa mutación radical: "fecundación" no es un término equivalente a "concepción"; la “fecundación” es un estricto fenómeno biológico, mientras que la “concepción”, además de biológico, es un fenómeno social de acogida al embrión por parte de la madre y de la sociedad. Por tanto, lo que pasa en el tiempo que media entre la fecundación y la anidación carece de significado ético. Si el embarazo empieza con la anidación, no se puede llamar aborto la eliminación del embrión que se provoca antes de completada la anidación. Como se ve, la redefinición alcanza objetivos muy importantes: cambia el sentido del término concepción (que no es ya la unión del óvulo y del espermatozoide); establece que el comienzo del embarazo es la anidación; y modifica la noción de aborto, del que excluye la eliminación del embrión en el período preimplantatorio.
Tan grave como esto fue la complicidad de políticos e investigadores. Las nuevas redefiniciones entraron pronto en la ley administrativa que regulaba la ética de la investigación”. En “El Corazón de la Medicina” Libro Homenaje OMC, 2013, (pag. 78-82).
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