viernes, 22 de enero de 2021

EL FINAL DE LA VIDA (y VI)

   Según el Prof Herranz, el pensamiento que sustenta la eutanasia no puede dejar de hacerse responsable de desviaciones que él mismo pone en marcha, como consecuencia de su liberalización. Una de ellas, es la de carecer de argumentos contra el utilitarismo a la hora de prever la programación de trasplantes. El utilitarismo no posee argumentos sólidos que le impidan servirse de la eutanasia si con ella ve que puede optimizar el programa de trasplantes, incluso dando cabida, en pro de su mayor eficacia, a facilitar que el paciente al que se le quiere provocar la eutanasia done su órgano como donante vivo: sólo hay que programar la eutanasia tras extraerle en vida el órgano a donar, y después dejarle morir "sin dolor". 

   Conviene comprobar como lo explica el Prof Herranz:

“Es un asunto que debería provocar una preocupación muy profunda. ¿Por qué?, porque la demanda de órganos para trasplante está alcanzando niveles muy fuertes. La sociedad ha aceptado el mensaje alentador de que es posible salvar, o prolongar, la vida de mucha gente, pero que para eso hacen falta muchísimos órganos. 

La criminalidad que puede haber en este campo, como señaló la Declaración de Estambul sobre el tráfico y comercialización de órganos (2008), deja todavía muchas bolsas de abuso en el mundo, como China o la India, donde se practica el turismo del trasplante. Se supone que en los países avanzados eso es un delito perseguido, pero se están buscando fórmulas marginales de burlar la ley siguiendo conductas delictivas. 

En esa reunión que tuvo lugar en la Real Academia Belga de Medicina, y en la que intervinieron también médicos de Luxemburgo y de los países del Eurotrasplante (Países Bajos, Alemania, Austria y parte de la antigua Yugoslavia, entre otros), se propuso que los pacientes neurológicos, sobre todo los de enfermedades de la neurona motora, podrían ser candidatos muy prometedores para el trasplante, pues sus órganos están en mejores condiciones que los provenientes de cadáveres. Es necesario obtener esos órganos cuando todavía no han sufrido daños debidos a la anoxia post-mortal. 

Hay pacientes, por ejemplo, con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que piden la eutanasia, pues no pueden practicarse a sí mismos el suicidio. Para que la donación sea posible, es necesario trasladar al enfermo de su domicilio particular al hospital, donde se practicará primero la eutanasia y posteriormente la extracción de los órganos para donación. El paciente tendría que ingresar directamente en el quirófano, ser preparado para una intervención quirúrgica de extracción de órganos (a la vez que en un quirófano contiguo se prepararía al receptor), se le practicaría la eutanasia y, en cuanto se certificara su muerte, se procedería de inmediato a la extracción de órganos. 

Esto suscita repugnancia moral, es un tanto macabro. Lo sorprendente del caso es que se discuta a nivel académico. Para dar un poco de brillo ético al asunto se nos dice que se establecerán una serie de directrices. Pero viendo las diapositivas que han sido proyectadas en esa reunión, se siente un poco de alarma, pues la mentalidad utilitarista no tardará en plantearse si la necesidad de obtener órganos en condiciones óptimas (los mejores son y seguirán siendo los de donante vivo), no llevará a operar en vida a los pacientes que solicitan la eutanasia: una vez extraídos los órganos, se procedería a dejar morir al donante. 

Hay que reconocer que es difícil poner límites al utilitarismo: en principio, no existen límites infranqueables para un utilitarismo radical. En trasplantes, la calidad de los órganos siempre puede ser mejor, conviene que sea óptima. No podemos pensar que estemos libres de riesgos en este campo. Bélgica está en el territorio del Eurotrasplante. En teoría, en ese territorio la adjudicación de órganos se hace de modo abierto, transparente. Y, sin embargo, siempre se pueden encontrar trucos: hecha la ley, hecha la trampa. Hay formas larvadas de turismo de trasplantes: holandeses que acortan la espera si se trasladan a vivir a Bélgica, o alemanes a Austria. En Europa no se generalizarán los casos condenados por la Declaración de Estambul sobre tráfico y comercialización de órganos, pero
ante situaciones realmente exasperadas el ingenio de algunos encontrará atajos. 

Es, por eso, necesario seguir repitiendo la cláusula del Juramento hipocrático "no daré un veneno a nadie aunque me lo pida". Hay que hacerlo, pues lo básico ha de ser repetido muchas veces. Pero los médicos no necesitamos sólo doctrina ética; hemos de educarnos también en psicología moral… 

Un médico debería haber reflexionado a fondo sobre lo que le ocurre cuando accede a practicar su primera eutanasia. Debería haberse concienciado de que si no reconoce su error, si no se arrepiente de lo que acaba de hacer y no renuncia definitivamente a ese comportamiento, entra en un torbellino moral del que no podrá salir. Si piensa que su comportamiento está justificado, que haber dado muerte a un paciente que se lo ha pedido es una decisión racional y conforme a su ética, no podrá dejar de hacer eutanasias en el futuro. Las virtudes propias del médico le obligarán a hacerlas más veces y más pronto. Si es fiel a su mentalidad preventiva, no podrá posponer su decisión y dejar que las cosas lleguen a un punto extremo: su deber de ahorrar dolor, de beneficiar al paciente le llevará a ver indicaciones cada vez más tempranas para la eutanasia. Ante su próximo paciente terminal anticipará unos pocos días, unas pocas semanas, la práctica de la eutanasia con respecto a su paciente anterior. Dirá: "no es humano, no puedo permitir que las cosas lleguen a tanto". 

Cuando la vida llega a un final lleno de sufrimiento, y se sostiene que el sufrimiento tiene un valor negativo (hay que recordar que para la teoría hedonista el sufrimiento es un mal moral; y su evitación un bien moral), el médico queda atrapado en la propia dinámica de su moralidad profesional, y ya no puede dejar de matar. No se puede pensar que lo haga por perversidad. No hay monstruos morales en Medicina. Lo hará simplemente por mero sentimiento, por un falso sentido de justicia, por no denegar a un paciente lo que ha dado a otro. 

La reflexión sobre el proceso acerca de cómo se inicia y se consolida la actitud del médico ante la eutanasia debería ser tema obligado para todos los estudiantes de Medicina. Lo hacen en Holanda como programa para desensibilizar a los estudiantes. Habría que escribir seria y documentadamente la historia de la conversión de un médico hipocrático en un médico que ya no se resiste a la eutanasia, que piensa que la eutanasia es parte de la buena profesionalidad.” En “Al Servicio del Enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz”, Ed EUNSA, 2015, pag 140 ss.

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