Comprobemos las explicaciones del Prof Herranz respecto a este tema:
“Los genetistas, médicos y los progenitores que se enfrentan a ese problema deberían leer un libro magnífico, recientemente publicado en Estados Unidos: The Gift of Time (El Don del Tiempo), de Amy Kuebelbeck y Deborah Davis. Es una colección seleccionada y ordenada de textos extraídos de entrevistas a mujeres gestantes, a las que, después de un diagnóstico prenatal fatal, se les plantea el dilema del aborto o de la continuación del embarazo. Hay muchas lecciones que aprender de ahí. Primero, porque la bioética contenida en ese libro es una bioética contada "por el pueblo".
Esto me da la oportunidad de hacer un comentario sobre el valor de la bioética de la gente corriente, una bioética fresca, no académica, que nace de experiencias vividas, de rumiar decisiones largamente, de sopesar consejos de expertos, de razonar sin prejuicios de escuela. Deberíamos aprovechar las ocasiones en que el pueblo llano da testimonio de sus conflictos éticos. Los encontramos, entre otros, en las respuestas rápidas a los artículos de las revistas, por ejemplo, del British Medical Journal, o en libros hechos de encuestas, donde la gente responde con espontaneidad, hablando con el corazón. Son cosas que tienden a ser minusvaloradas porque no son elaboraciones académicas, pero tienen una intensidad humana increíble.
En el libro citado se muestran muchos testimonios de aceptación por parte de progenitores que, rehusando proyectos reproductivos diseñados según su idiosincrasia, aceptan lo que Dios quiere o la naturaleza les trae. Aquí al hijo no se le imponen condiciones para ser acogido: se le ama desde el momento en que es concebido, se le recibe simplemente como es, para hacerle la vida lo más amable posible. Esa historia, repetida en su núcleo básico una vez y otra, narrada a veces de un modo conmovedor, contrasta con el testimonio de mujeres que describen el acoso encarnizado, la violencia de la que fueron víctimas por parte de obstetras, genetistas o “diagnosticadores” prenatales que exigían, como única reacción de sentido común y lógica, la inmediata terminación del embarazo.
Se hizo hace unos pocos años un estudio sobre esta predisposición intervencionista entre profesionales relacionados con el diagnóstico prenatal y el consejo genético. Se vio que los más porfiados enemigos del feto enfermo eran, trágicamente, los obstetras. Quizás lo sean por el condicionamiento judicial. En algunos países los problemas de mala práctica que pueden plantear la llegada al mundo de un niño deficiente han creado una especie de reflejo automático: lo más seguro es abortar. Si hay un error de diagnóstico, ¡qué se le va a hacer! Dicho crudamente, un feto muerto es judicialmente mucho más inocuo que un niño vivo con deficiencia.
La obstetricia, que alcanzó su grandeza en la ayuda a las madres para traer hijos al mundo en las mejores condiciones posibles, que desarrolló técnicas y procedimientos para la asistencia al embarazo y al parto, que ha creado la nueva disciplina de la Medicina preconcepcional, es penosamente la misma especialidad que hoy está en la vanguardia del eugenismo del niño perfecto”. En Al Servicio del Enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz, Ed EUNSA, 2015, pag 101-103.
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