A este propósito se expresa el Dr Gonzalo Herranz:
“Frente al efecto perturbador del reduccionismo cientifista… se puede decir que la vida humana es sagrada, preciosa, llena de dignidad. Precisamente por eso, nos conviene de vez en cuando escapar por un momento a la influencia avasalladora del cientifismo reduccionista, un sarampión que suele atacar a los científicos, tanto a los bisoños como a los ya talludos, que les lleva muchas veces a mirar a la ética por encima del hombro. Nos vendrá bien asomarnos a un mirador más panorámico sobre la vida humana.
Nos puede venir bien dirigir por un momento la mirada al hombre vivo más sencillo: al embrión humano. Para una mente sana, allí hay un ser humano, todo lo vulnerable que se quiera, pero tan humano como lo fuimos cada uno de nosotros cuando empezamos a vivir. Para una mente entrenada en un biologismo fuerte, el embrión joven es simplemente un “acúmulo de células”. Y si se ha formado en un laboratorio de biología molecular, prefiere definirlo como una aglomeración de macromoléculas, tan interesante y compleja que descifrar su estructura y relaciones es tarea a la que merece la pena dedicar toda la carrera de investigador.
Pero esa mente imbuida de mecanicismo no es capaz de ver más allá y pasa ciega ante la cuestión fundamental de que aquello, además de ser moléculas y células, es un ser humano, llamado a desplegar una vida, a realizar un destino. Reducirlo a acúmulo celular, a aglomeración molecular, a mecanismos e interacciones es robarle la humanidad al embrión. Y también quitarle la vida, pues el paradigma mecanicista, como afirma Grene, pretende que sólo lo no-vivo es real porque admite sólo las explicaciones formuladas en términos de moléculas y mecanismos, que son cosas muertas, mecánicas. Lo vivo sólo es entendido entonces mediante categorías no-vivas, la biología se convierte así en una tanatología” Gonzalo Herranz, Bases culturales y antropológicas de la Enseñanza en la Universidad Curso de Doctorado 2002-2003, Escuela Superior de Ingenieros Industriales de San Sebastián.
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