El paciente siempre espera del médico la acción paliativa, especialmente cuando no hay posibilidad curativa. Hoy en día, la actuación médica paliativa viene acompañada de los suficientes conocimientos científicos que demuestran sobradamente su eficacia. Sin la Medicina Paliativa es fácil que aceche la eutanasia con su acreditada propuesta de eliminación.
Dejemos paso al Profesor Gonzalo Herranz:
“Alguien ha señalado que la expresión paliativo, al lado de su significado común: los remedios que se aplican a las enfermedades incurables para mitigar su violencia y refrenar su rapidez, tenía un uso antiguo y felizmente abandonado, que significaba lo que debía ocultarse, disimularse, como cuando se lleva una capa, un pallium.
Hoy, la noción de paliación exige una sinceridad franca. La humanidad y, más concretamente, los derechos humanos han alcanzado madurez suficiente para que la debilidad no tenga que ocultarse como algo indigno, sino reconocerse públicamente, por todos, como parte y herencia de la humanidad.
Y eso que, extrañamente, pasa en la esfera de lo intelectual y ético en la aceptación del pluralismo y la extravagancia, falla de modo muy triste en lo biológico y sanitario.
La debilidad está mal vista. Ocultar y negar la flaqueza es algo muy actual, impuesto por la mentalidad hedonista, intolerante al sufrimiento y a la minusvalía, por las filosofías evolucionistas de la supervivencia del mejor dotado, por la praxis de la lucha competitiva por el poder. Esas ideologías llevan dentro el germen del desprecio del débil.
Crece el número de ciudadanos para los que la eutanasia es una conducta coherente ante el número creciente de ancianos decrépitos, de enfermos irrecuperables o desahuciados, muchos de ellos víctimas paradójicas del progreso médico, consumidores ávidos de los recursos finitos destinados a la atención de salud. Estamos a poca distancia ya de hacer oficial la ética nietzscheana: el cuidado y la compasión por el débil y por quien es poca cosa son propios de una moral de esclavos, de una humanidad decadente y empobrecida en sus instintos. Se impone la ética de la voluntad, de la fuerza, del poder.
Y, sin embargo, la tradición ética de la Medicina nos dice que el respeto médico por el paciente ha de ser proporcionado a la debilidad de éste: el paciente terminal tiene un derecho privilegiado a la atención del médico, a su tiempo, a su capacidad, a sus habilidades, pues hay una obligación de atender a cada uno tal como es, sin discriminarle por ser como es. Así lo afirma en uno de sus informes el Comité Nacional Consultivo para las Ciencias de la Vida y de la Salud, de la república francesa: “Ellos (se refiere a los pacientes en estado vegetativo persistente sobre los que el Dr. Milhaud había realizado experimentos arriesgados) son seres humanos, que tienen tanto más derecho al respeto debido a la persona humana cuanta es la fragilidad del estado en que se encuentran”. Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.
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