El Prof Gonzalo Herranz, lo explica:
“Cuando los indicadores objetivos sentencian en un momento que el desajuste orgánico es ya irreversible, que se ha iniciado la fase terminal, sin vuelta atrás, de la enfermedad, hay que abandonar la idea de curar, para emplearse en el oficio, muy exigente de ciencia, de competencia y de humanidad, de cuidar, de paliar. El acto de reconocer que ya no hay recursos curativos de los que se pueda echar mano puede ser duro, pero es una manifestación neta y profunda de humanidad, un juicio justo, una acción ética elevada, veraz y que está llena de solicitud. Puede ser una coyuntura muy difícil de aceptar por el paciente y su familia, que pone a prueba su confianza en médicos y enfermeras. Es lógico que el paciente sienta la necesidad de contar con una segunda opinión. Y nunca deben ponérsele trabas a que llame a un colega competente.
La gente va entendiendo cada vez mejor que su confianza en quienes le atienden ya no se puede basar principalmente en que médicos y enfermeras les complazcan con su simpatía campechana e indulgente. Tienden a confiar más bien en su objetividad científica, en la fiabilidad de sus conocimientos, en su competencia técnica, en su familiaridad con los métodos de diagnóstico y tratamiento aceptados. Y también en su templada renuncia a lo inútil, y, llegado el caso, en su dominio de los cuidados paliativos.
La atención paliativa, es vacuna contra la eutanasia. La atención paliativa presta un servicio impagable a las profesiones sanitarias: las protege del peligro de caer en la dinámica destructora de la eutanasia.” Gonzalo Herranz, Conferencia en el VI Máster de Cuidados Paliativos. Aula “Ortiz Vázquez”, Hospital La Paz de Madrid, 8 de mayo de 1999.
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