¿Qué importancia tiene la medicina embriofetal? ¿Tiene base su existencia?
El Prof Herranz da su valoración, siguiendo la exposición ya iniciada en anteriores envíos:
“2 b) La farmacología de la diada materno-embrionaria
Siempre, el médico y, en la medida que le corresponde, el farmacéutico han de guiarse por datos científicos sólidos, no por datos anecdóticos que pueden inducir una actitud antiterapéutica poco fundada. Todavía hoy el sombrío recuerdo de la tragedia de la talidomida sigue ejerciendo un efecto pesimista sobre la evaluación general de la teratogenicidad medicamentosa.
Hemos de tener presente que, en el contexto de la diada materno-embrionaria, no es únicamente la madre quien puede enfermar. Puede hacerlo el embrión. Si el embrión cayera enfermo, deberá ser tratado…. El médico deberá aconsejar a la gestante, cuando la prevención o la curación de una enfermedad embrionaria así lo exigiera y para el bien del embrión, la aplicación de tratamientos medicamentosos, la adopción de medidas dietéticas o la modificación del estilo de vida, aunque ello exija algunas renuncias y sacrificios. No podemos olvidar que, de ordinario, son mayoría las madres que están dispuestas a sacrificar algo de su seguridad, de su estilo de vida y de su salud por el bienestar y la seguridad de sus hijos.
No faltan, sin embargo, quienes piensan que la autonomía de la gestante no debe sacrificarse para satisfacer las necesidades de salud del embrión. Manejan argumentos mucho más jurídicos que éticos para sostener que la madre no tiene obligación alguna de sufrir para que se pueda proporcionar la necesaria atención médica al embrión o al feto. Si lo hiciera, dicen, se rebajaría a cumplir el papel pasivo de contenedor fetal, que se abre a fin de acceder a la criatura, incluso corriendo el riesgo de causar daños al contenedor.
También se ha criticado el entusiasmo por la naciente medicina embriofetal, pues podría ofrecer un firme apoyo al derecho a la vida del no nacido, derecho que puede entrar en colisión, en especial cuando la madre a correr ciertos riesgos, con el derecho, legalmente reconocido, al aborto.
Por fortuna, las relaciones madre-embrión se mantienen en un campo de gravitación más entrañable y humano que el del análisis frío de los conflictos de derechos que hacen los cultores de la muerte. Sin duda, el futuro desarrollo de la medicina y la cirugía embriofetal, tanto en su vertiente curativa como en la preventiva, incrementará las oportunidades y los conflictos. Es de esperar que la servidumbre más o menos importante que la protección de la salud y el bienestar del embrión o el tratamiento de sus enfermedades exija de las gestantes sea prestada con el amor y disponibilidad propios de una madre. No olvidemos que en nuestra lengua, gestar es llevar y sustentar la madre en sus entrañas el fruto vivo desde la concepción hasta el momento del parto.
Ese tiempo, de la concepción al parto, tiende a ampliarse, para incluir el período preconcepcional, los días que inmediatamente preceden a la fecundación. Ese tiempo se ha convertido en un momento de alta temperatura farmacológica. Es el momento en que han de actuar los fármacos que tratan de evitar la aparición de ciertos errores del desarrollo y concretamente de los trastornos del cierre del tubo neural. Pero también, y paradójicamente, incluye los días en que actúan los fármacos o venenos contragestativos, que tratan de destruir al embrión recién concebido, bien interceptando el mecanismo de nidación, bien actuando como abortivos de la fase embrionaria.” Gonzalo Herranz. Intervención en el Congreso Internacional El Inicio de la Vida. Identidad y Estatuto del Embrión Humano 15 y 16 de febrero de 1999.
No hay comentarios:
Publicar un comentario