A esos efectos, es interesante la exposición del Prof Herranz:
“Patéticamente lo decía un editorial de Lancet: Qué pena que no se nos ocurra una palabra que signifique “no permitir desarrollarse más allá del estadio de cuatro células”. Pero esa palabra sería, en caso de ser inventada, una palabra perversa, un truco semántico, pues es una injusticia biológica, llamar meramente cuatro células a los cuatro blastómeros que, en ese momento, son el cuerpo entero de un embrión humano.
Hablaba ese mismo artículo de que algunos críticos usan las expresiones dejar perecer, morir o destruir como si estuviéramos ante un genocidio de laboratorio. Pero es un sofisma intencionado rechazar esas palabras para describir la acción real de poner término a esas vidas humanas incipiente, exactamente igual que lo hubiera sido si alguien hubiera puesto fin deliberadamente a la vida de cada uno de nosotros cuando éramos embriones de cuatro células.
También la ley ayuda a simplificar el problema, incluso a eludirlo. La ley, nos dicen, pone orden en el caos cuando determina con precisión quien tiene que decidir qué se hace con los embriones congelados: todos los demás deben quedarse al margen, no deben inmiscuirse en lo privado y conforme con la ley.
Los textos legales son territoriales y ofrecen soluciones distintas en las diferentes latitudes… Pesa, pues, sobre los hombros de los directores de los Bancos autorizados la responsabilidad de darles destino. Que decidan, no los médicos, sino los progenitores: es lo que de modo indivisible e intransferible adjudica a los proveedores de gametos la ley inglesa. Ni médicos ni los progenitores: en Australia, es la mujer que ha proporcionado el oocito quien debe decidir. Esa es también la opinión dominante en Estados Unidos y la que cuenta con mayor apoyo de la jurisprudencia: ésta señala, en concordancia con la ideología del aborto, que la mujer es la dueña de la situación.
Hay que plantar cara al problema. Los problemas éticos no se resuelven negándolos o sometiéndolos a arbitraje legal. Hay que aceptarlos como tales y estudiarlos con sinceridad. Un método que resulta a veces muy eficaz para analizar los complejos problemas de la ética médica moderna consiste en empezar por reducir la cuestión a su núcleo más íntimo. Para eso hay que separarlos de las muchas adherencias (sociológicas, psicológicas, políticas, económicas) que los envuelven y dificultan su análisis. En su momento, llegará el turno a la consideración de las circunstancias, muchas veces de gran relevancia ética.” Gonzalo Herranz, La destrucción de los embriones congelados: reflexión sobre una noticia. Conferencia. Bogotá, 1997.
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