La ciencia como instrumento en mano del hombre tiene doble filo. Puede contribuir a nutrir el necesario progreso, o puede ser artefacto de muerte y degradación humana sin límites.
El Prof Herranz lo pone de relieve de forma escalofriante:
“La Ética de la ciencia, un problema de todos. Los problemas que deben preocuparnos, me parece a mí, están hechos de otros materiales. Se trata de problemas que nos afectan muy de cerca, pero que hemos de enfrentar, no con recelo y desconfianza, sino mediante un estudio sereno y una crítica ponderada. Nacen esos problemas de la posibilidad, inmediata y tangible, que tenemos ya hoy al alcance de la mano, de manipular, con los instrumentos que nos ha dado el progreso científico, al mismo hombre.
Hay, en efecto, motivos para sentir una razonable inquietud. Valga un episodio como ejemplo. Puede parecer dramático, pero es muy real. Yo he denunciado recientemente, y con mucha energía, el uso perverso de la Psiquiatría en la guerra de Bosnia. No puedo dejar de decirlo una vez más. La Psiquiatría, esa rama particularmente sensible y humana de la Medicina ha sido convertida en arma de guerra. Karadzic, el líder de los serbios de Bosnia, ha empleado los conocimientos que como psiquiatra tiene del terrible trauma que para la mujer es la violación, para convertir el estupro en medio de intimidación y agresión. La violación, dentro de su crueldad y violencia, era hasta ahora algo casual, asistemático, un elemento más del botín del vencedor. En Bosnia se la ha convertido en una actividad sistemática, científicamente programada, de alto rendimiento: se han creado campos de concentración-burdel, atendidos por destacamentos de soldados serbios cuya función es violar. Se ha refinado la crueldad psicológica de las violaciones haciendo estar presentes a ellas a maridos, hermanos o padres. Durante unos años, la violación fue el arma disuasoria más eficaz para liberar territorio enemigo.
Los conocimientos científicos pueden ser utilizados de modo ambiguo: el psiquiatra puede, gracias a su ciencia, curar las heridas del alma de la mujer violada, pero puede también instrumentalizar esa misma ciencia para hacer mucho más daño, para multiplicar las tragedias personales, para liberar entre los enemigos cantidades inmensas de dolor. La ciencia y sus aplicaciones son ambiguas: pueden crear bienestar y enriquecer las relaciones humanas, pero también pueden desencadenar dolor y degradación.
Cosas parecidas pasan, por ejemplo, con la reproducción humana asistida. Todo el mundo lo sabe: hoy es posible producir seres humanos en el laboratorio para destinarlos a vivir, colocándolos en el útero de una mujer, o para sacrificarlos en aras de la investigación; para seleccionarlos mediante la aplicación de sondas génicas y aceptar a los que superen las pruebas de calidad a las que los sometemos, o para desechar a los que son marcados como no deseables, de algún modo imperfectos, o simplemente de dudosa calidad. Pero seleccionar para aceptar o rechazar es un poder tremendo del hombre sobre el hombre, en que unos se atribuyen un poder omnímodo, tiránico, sobre otros.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María.
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