Lo aclara el Prof Gonzalo Herranz a continuación:
“Dije al principio que el propósito de esta conferencia era invitar a todos a interesarse por las implicaciones éticas de los avances científicos. A la gente joven de hoy les corresponderá, lógicamente, observar las maravillas -y también los riesgos- de esos avances…, cuando el conocimiento de los materiales moleculares de que está hecha la fábrica del cuerpo humano sea increíblemente más rico y cuando se haya multiplicado hasta lo insospechado la capacidad de dominar el humor, las opiniones y las apetencias espirituales y menos espirituales del hombre.
La vida de los hombres estará cada vez más influida por los avances científicos y tecnológicos. Juzgarlos es, por tanto, una obligación de todos, y una de las obligaciones que no podemos descuidar.
Parece más cómodo para la gente -y mucho más irresponsable- confiar la solución de los problemas morales a los expertos. Algunos piensan que lo mismo que para reparar un grifo estropeado se llama a un fontanero, para solucionar los problemas éticos podríamos encargar a los expertos. Pero, en el fondo, en Ética no puede haber expertos. Algunos nos dedicamos a leer y reflexionar, a hablar y escribir, sobre lo que se escribe de historia de nuestras nociones éticas y de su fundamentación filosófica y teológica, de las soluciones que algunos proponen para tal complicado problema ético y de cosas así.
Pero las decisiones éticas ha de tomarlas cada uno. Nadie puede éticamente hipotecar su responsabilidad y tomar decisiones morales, confiado ciegamente en el consejo recibido. El Fundador de la Universidad en que trabajo, el san Josemaría Escrivá, insistía en que los consejeros espirituales, los expertos en cuestiones morales, deben informar y aconsejar: pero han de respetar la conciencia de sus dirigidos, no pueden usurpar su libertad.
…Uno no puede transferir su responsabilidad personal a los expertos. Todos, si somos verdaderamente responsables, hemos de pasar por el trance, a veces fuerte, de tomar partido, de decidir los dilemas que se nos presentan, de ser un agente activo en los campos de tensión ética, que es dónde se va decidiendo día a día el destino de la humanidad. Por decirlo de otro modo: a la hora de tomar decisiones morales, de hacer juicios éticos, todos somos iguales, todos somos igualmente expertos, sobre cada uno de nosotros carga la decisiva responsabilidad de entender y juzgar.” Gonzalo Herranz, en “Sobre la ambigüedad del progreso científico: la responsabilidad de participar en el debate bioético”, 8 de junio de 1995, Ayuntamiento Puerto de Santa María.
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