El científico que instrumentaliza el embrión humano para sus éxitos, se pone en trance de convertirse en un operario industrial que da juego a la oferta y la demanda. Ejemplo evidente de ello se da en la fecundación in vitro.
El Prof Herranz lo expresa con claridad:
“Aunque ha habido grandes avances técnicos ligados a la reproducción humana asistida ya en marcha (biopsia de vellosidades coriales y análisis del líquido amniótico), esta mentalidad exige, por su dinámica interna, cada día más del diagnóstico genético preimplantatorio. La biopsia de un blastómero resulta ya suficiente para establecer quién debe vivir y quién no. La ética sentimental dicta que eliminar embriones preimplantatorios es menos dramático, afecta menos a la sensibilidad emocional, que un aborto más avanzado.
En la reproducción asistida se ha invertido mucho dinero. Es una industria muy competitiva, que aguza el ingenio. Y no sólo en lo que tiene de negocio, sino en la investigación que necesita para expandir el mercado y asegurar la calidad de los servicios. Se ha invertido en ella una enorme cantidad de ingenio, de agudeza científica para el desarrollo de técnicas. Ciertamente no se les puede negar brillantez de diseño técnico. Pero ha sido trágico que para obtenerlo, en muchas ocasiones, hayan anulado, con razones ficticias, la condición humana del embrión.” (En “Al servicio del enfermo. Conversaciones con el Dr. Gonzalo Herranz. José María Pardo. Ed EUNSA, 2015, 86-87)
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